Hizo desaparecer el pañuelo azul, es decir, lo guardo dentro de sí. Salió de la habitación de Carla, mirándola como si fuera la última vez que la vería. No sabía por cuanto tiempo iba a durar la misión. Fue a tomar el desayuno.
-Buenos días, Carla.
Pía tardó en responder. Ahora tenía que responder a ese nombre.
Saludó nerviosa con la mano. No le dirigía la palabra. No sabía qué decirle. Revolvió un poco la chocolatada, sorbió un poco y con asco la tragó. Las almas no toman ni comen nada. Se sintió pesada. Untó un poco de dulce de leche en un pan y no lo comió.
-¿Te pasa algo, hija?-le dijo la mamá de Carla.
Pía no habló. No podía mentirle, no podía decir más que verdades. Era un alma, la parte perfecta de una persona.
-Hija...
Pía no reaccionaba. No sabía si podía hablar igual a Carla, ni sabía qué podía decirle, si su voz no era espiritual y sólo normal en los sueños...
-¿Eh?-dijo Pía, presionada.
Su voz sonaba casi como un susurro, un murmullo, algo casi silencioso, casi inaudible.
-¿Qué te pasa?-le dijo la mamá, asustada por el tono de su voz.
-Eh...es difícil, mamá.-dijo Pía.
Se fue.
-¡Carla! ¡Carla!
Pía, que ya estaba abriendo la puerta, fue.
-¿Eh?
-Hoy tenés que ir a la facultad, ¡vivís en cualquier planeta!-dijo su mamá.
-¿Eh? Ah. Sí. Bueno, besos, mamá.
La mamá de Carla la miró perpleja.
-Chau.
Pía iba hacia la facultad, ya que era su obligación. De pronto, una de esas comunicaciones casi secretas con los Guardianes Espirituales, dueños y vigilantes de los espíritus y sus hábitats, la hizo tambalearse un poco.
-¿Qué haces?-dijo el Guardián.
-Debo ir a la facultad. Supongo que Carla debería hacer eso, ¿no?-dijo Pía en su mente, ya que podía hablar telepáticamente con él.
-Tienes una misión ahora, no puedes ir. Además tú no eres Carla.
-Ya sé quién soy. O qué soy.
Pía trató de encontrar a Ámbar. Oyó el sonido de la oscuridad que invadía el aire. Era un sonido ahogado. Sus ojos se iluminaron y empezó a ir hacia allá. Se le acercó Dylan.
-Hola, Carla. ¿Vos sabés qué le pasó a Ámbar? Es que...-se rascó la cabeza-no vino a...nuestra salida.
-¿No? Bueno, sí sé algo...-dijo Pía, ya que no podía mentir porque era toda bondad.-pero...es complicado. No podrías entender.
Dylan bajó la mirada.
-¿No va a venir? ¿Cierto?-dijo él, decepcionado.
-Eh...no. Es que no puede, como te dije está pasando por algo difícil...-Pía le vio los ojos verdes, profundos. Su mirada era inocente.
-Bueno...-dijo.
Él se alejaba.
-¡Dylan!-dijo con una voz notablemente distinta a la de Carla. Tal vez Dylan no podía darse cuenta.
El muchacho se volteó. Su pelo se despeinó un poco y sus gafas hipster se desacomodaron.
-Eh...te digo.-le dijo Pía, en voz muy baja. Las mangas de sus suéter beige le llegaban casi a los dedos.
-Bueno, ¿qué le pasó a Ámbar?
Sus ojos se humedecieron, pero a la vez se iluminaron.
-Ella...está poseída por las fuerzas del mal.-dijo Pía, sabiendo que Dylan no iba a entender.
Sus ojos a través de los cristales se veían confundidos y su boca estaba curvada hacia abajo sin dar el mínimo rastro de comprensión.
-Increíble.-dijo al fin. Se acomodó los lentes.-Pero, ¿cómo? digo, ¿sabés...? No entiendo.
-Es que no es para que ustedes entiendan. Mirá, no te puedo mentir. No...soy Carla.-dijo Pía pausando un poco su voz para ver sus expresiones.-Soy...Pía, su parte buena. Sé que no vas a entender, sos humano. Yo no.
La boca de Dylan ahora estaba abierta. La miraba fijo.
-Todos tienen una parte buena y una mala, y eso los hace humanos. Yo no. Yo soy la buena de Carla.
-¿Y por qué no está...Carla?-Dylan no mostraba expresiones.
-Tengo una...misión por así decirlo y requería de la bondad ya que yo tengo que salvar mi lugar y el de todas las almas o si no podría desaparecer.
-Lo estás inventando-dijo Dylan enojado.
-¡No, no! Dylan, te lo juro, no te puedo mentir.-Pía se acercó a él.
Se quedó mirándola fijo. Sus ojos, como el de todo ser bondadoso y puro, eran celestes si se miraban muy de cerca. Ella se quedó dura. Lentamente se fue alejando, con las mejillas enrojecidas. Dylan sonrió. Su mano fue subiendo poco a poco, tímidamente. Llegó al cuello de Pía. Era bastante transparente, pero él no se dio cuenta. Pía se movió levemente y lo tomó de la muñeca. Dylan fue acercando su cara lentamente. Lentamente. La cara de Pía fue yendo algo hacia atrás. Dylan la besó. Y se quedaron así.
-Hola, Carla. ¿Vos sabés qué le pasó a Ámbar? Es que...-se rascó la cabeza-no vino a...nuestra salida.
-¿No? Bueno, sí sé algo...-dijo Pía, ya que no podía mentir porque era toda bondad.-pero...es complicado. No podrías entender.
Dylan bajó la mirada.
-¿No va a venir? ¿Cierto?-dijo él, decepcionado.
-Eh...no. Es que no puede, como te dije está pasando por algo difícil...-Pía le vio los ojos verdes, profundos. Su mirada era inocente.
-Bueno...-dijo.
Él se alejaba.
-¡Dylan!-dijo con una voz notablemente distinta a la de Carla. Tal vez Dylan no podía darse cuenta.
El muchacho se volteó. Su pelo se despeinó un poco y sus gafas hipster se desacomodaron.
-Eh...te digo.-le dijo Pía, en voz muy baja. Las mangas de sus suéter beige le llegaban casi a los dedos.
-Bueno, ¿qué le pasó a Ámbar?
Sus ojos se humedecieron, pero a la vez se iluminaron.
-Ella...está poseída por las fuerzas del mal.-dijo Pía, sabiendo que Dylan no iba a entender.
Sus ojos a través de los cristales se veían confundidos y su boca estaba curvada hacia abajo sin dar el mínimo rastro de comprensión.
-Increíble.-dijo al fin. Se acomodó los lentes.-Pero, ¿cómo? digo, ¿sabés...? No entiendo.
-Es que no es para que ustedes entiendan. Mirá, no te puedo mentir. No...soy Carla.-dijo Pía pausando un poco su voz para ver sus expresiones.-Soy...Pía, su parte buena. Sé que no vas a entender, sos humano. Yo no.
La boca de Dylan ahora estaba abierta. La miraba fijo.
-Todos tienen una parte buena y una mala, y eso los hace humanos. Yo no. Yo soy la buena de Carla.
-¿Y por qué no está...Carla?-Dylan no mostraba expresiones.
-Tengo una...misión por así decirlo y requería de la bondad ya que yo tengo que salvar mi lugar y el de todas las almas o si no podría desaparecer.
-Lo estás inventando-dijo Dylan enojado.
-¡No, no! Dylan, te lo juro, no te puedo mentir.-Pía se acercó a él.
Se quedó mirándola fijo. Sus ojos, como el de todo ser bondadoso y puro, eran celestes si se miraban muy de cerca. Ella se quedó dura. Lentamente se fue alejando, con las mejillas enrojecidas. Dylan sonrió. Su mano fue subiendo poco a poco, tímidamente. Llegó al cuello de Pía. Era bastante transparente, pero él no se dio cuenta. Pía se movió levemente y lo tomó de la muñeca. Dylan fue acercando su cara lentamente. Lentamente. La cara de Pía fue yendo algo hacia atrás. Dylan la besó. Y se quedaron así.