h e l l o
goodbye
❝Hello, hello. I don't know why you say goodbye, I say hello❞

Black-Capítulo 6

El sonido de la puerta abriéndose se mezclaba con el cielo rosado y la lluvia, que ahora había recuperado su tono negro. Dentro de la bóveda, dos chicas, uno con un libro en mano y otra con la boca abierta permanecían en imagen congelada desde hacía unos cinco minutos.
-Nena, están abriendo la puerta del otro lado.-dijo Carla
-No, creí que era un auto.-ironizó Ámbar.
-¿Y qué hacemos?
Ámbar estuvo pensando un rato largo, y cuando iba a decir su idea, Carla tomó la palabra.
-Escondámonos en los ataúdes.
-¿Estás loca?-dijo Ámbar, totalmente en desacuerdo.
-¡Es la única manera, nena! Si no nos agarran.
-Pero...es mi familia-Ámbar derramó una gota transparente sobre el libro con cobertura de cuero, mojando el polvo que lo cubría.
Carla trataba de pensar. Mientras tanto, el sonido de rodillas sobre el cemento del túnel, se amplificaba llegando hasta los oídos de las chicas. Carla se rindió.
-No sé. Es la única forma. Perdón Ámbar, pero yo voy a hacer eso.
-Pero...¿vas a tener espacio?-preguntó riendo un poco con los ojos cristalinos.
-No sé, pero es lo que puedo.-dijo sonriendo y encogiéndose de hombros.
Ámbar no volvió a discutir. Ya estaba abriendo el diario de su mamá. Y Carla, el ataúd.
-Ámbar...-dijo Carla.
-¿Qué?
-Acá no hay nadie.
Se hizo silencio, el cual fue roto por un sonido tan fuerte como cercano.
-Parece que el tipo se hizo pelota con los escaloncitos.-dijo Carla, recordando sus torpes pasos por esa zona.
-¡Nena! ¡Está acá nomás el tipo!-dijo Ámbar gritando.
-Pero pará, en el ataúd no hay nadie.
-¡Pero yo vi cuando los metían acá!-dijo Ámbar.
Los pasos se amplificaban cada vez más. Carla no tuvo tiempo de discutirle nada. Se metió rápidamente en el ataúd. Ámbar tampoco pudo pensar en lo que hacía y la imitó. Las dos oyeron cómo se abría la puerta de madera de su lado.
Por debajo de la puerta se veía la rosada luz de un día nuevo y dejaba de oírse la lluvia negra que había invadido la noche por tantas horas. Dentro de los ataúdes el inmenso olor a humedad se hacía insoportable, y la respiración de quienes dentro de ellas se encontraban se hacía cada vez más forzada y asustada. Desde su escondite, cada una podía apreciar los pasos claros y lentos del guardia del cementerio. Ámbar cerró sus ojos con fuerza para dejar caer una lágrima pensando en sus padres, que ni siquiera sabía dónde se encontraban. Abrazó con fuerza el libro que había sido de su madre. Y empezó a llorar. En la oscuridad del ataúd nadie podía verla. Carla, mientras tanto, tenía los ojos muy abiertos pensando en el guardia que, paso a paso, se acercaba más a ellas, se acercaba más a su escondite, se acercaba más a la verdad.
El guardia caminaba en círculos buscando respuestas. Más de una vez había mirado de reojo los ataúdes apilados tan perfectamente, pero le parecía irrespetuoso mirar adentro de unos ataúdes que pertenecía a otras personas; personas que, lamentablemente, ya no estaban entre ellos hacía mucho, o poco tiempo.
-¿Para qué lleva esta puerta a una bóveda?-se preguntó a sí mismo.
Ámbar abrió sus ojos. No lo había pensado nunca. Tocó el diario de su mamá y empezó a pensar en ella. "No estoy sola, mami", pensó. "Siempre vas a vivir".
El guardia merodeaba buscando respuestas en alguna parte de la bóveda. Y las encontró. El rastro de polvo que había dejado el diario cuando Carla lo había pateado. El hombre entonces, tuvo la certeza de que alguien había estado ahí. Entonces empezó a revisar por arriba buscando salidas. Nada. El guardia, ya cansado, salió por la puerta de madera que se encontraba en el medio de la bóveda. Las chicas salieron de sus escondites ahogadas y cegadas por la luz, que por cierto era escasa, pero mayor que la del ataúd.
-Qué miedo, ¿no?-dijo Carla.
Ámbar no tenía fuerzas para hablar. Sólo para llorar.
-Yo...-dijo-Viví siempre en una mentira. Estoy más sola que nunca. Mi familia puede estar viva...pero nunca me lo dijo. Nunca me visitó. No sé dónde están. Estuve años...¡Años! Rezándole a una caja inútil y vacía en donde no yace ninguno de mis familiares. Ni Mariana, ni mamá ni papá.
-¿Y tus abuelos? ¿Y tus tíos?-preguntó Carla.
-Mis abuelos. Están acá. Pero yo los vi...acá. No se escaparon.-dijo Ámbar, enojada.
-Pero...¿de dónde sacaste que tus papás se escaparon?-preguntó Carla.
Ámbar levantó sus ojos hasta ponerla sobre el rostro de su amiga.
-Digo...-continuó Carla.-a lo mejor están muertos y no te engañaron. Capaz que nunca los encontraron.
-En ese caso...-dijo Ámbar-Me mintieron. No...a mí no. A una nena inocente de once años que perdió a sus papás y a su hermana en una noche totalmente normal. A una nena a la que las mentiras sobre eso podrían afectarla el resto de su vida. A una nena con sentimientos frágiles que proteger, que lo único que tenía en el mundo era su familia. Le mintieron a ella. A mí.-Ámbar empezó a llorar.
Carla le dio un abrazo fuerte. Sintió un calor que nunca había sentido. Un calor que hizo que se olvidara por completo de Bianca y su maldad. Y entonces, esa palabra, le reveló todo.
Ámbar mientras tanto, pensaba en por qué había un túnel. Y en por qué había una parte rota en la reja. "Mamá, Mariana, papá", pensaba, "si los robaron...no voy a descansar nunca más hasta poder encontrar al que hizo eso". Ámbar salió de los brazos de Carla y se sentó cruzando las piernas. Tocó la portada del diario de su mamá. Tenía grabado su nombre: "Sandra". Sonrió con los ojos rojos y abrió el libro. Las hojas eran amarillentas y la tinta que había sido negra, se encontraba ya gastada. Empezó a dar vuelta las páginas. Entonces, se cayó un papel que estaba doblado. Empezó a leer la página de donde se había caído. A cada palabra, su rostro se veía cada vez más perturbado.
-Carla-dijo Ámbar mirando a su amiga con ojos asustados.
-¿Qué pasa?-preguntó.
-Mirá.-dijo empezando a leer-"Querido diario: Estoy en el auto con Mariana y Jorge dando un paseo. Ámbar no quiso venir con nosotros. Está peleada con nosotros. Me olvidé de contarte, ya que no estuve escribiendo, que hace poco mi amiga Andrea se murió. Fue por causas naturales. La chica fumaba y tenía cáncer. La extraño mucho. Cuando me lo contó la mamá no lo podía creer. Lo raro es que ahora llueve de color negro." Y ahora mirá, otra nota del mismo día. "Querido Diario: Usualmente te escribo una vez a la tarde, otra a la mañana y otra a la noche, pero esta vez, tengo que escribirte de nuevo. Vi una sombra por la ventana. Una rara de color negro que merodea desde hace como un kilómetro. Me estoy asustando. El auto se mueve. Tengo miedo." Y otra más, mirá. "Querido Diario: Desde ayer que estamos adentro de la bóveda familiar y no nos podemos ir. Se ve que nos desmayamos en el auto con lo de ayer. Voy a mandar un mensaje para que nos saquen, que extraño a Ámbar".
Carla abrió el papel que se había caído y se lo mostró.
AYUDA