h e l l o
goodbye
❝Hello, hello. I don't know why you say goodbye, I say hello❞

Black-Capítulo 8

El reloj de la cocina marcaba las doce y media de la tarde. Las chicas tomaban el desayuno. La noche anterior había sido muy agitada. Ambas comían torta de chocolate que habían comprado. Sonó el teléfono. Ámbar contestó.
-¿Hola?-dijo con un pedazo de torta en la boca.
-Hola, ¿Ámbar?-era Dylan.
Ámbar se atragantó.
-Sí, ¿qué onda Dylan?-dijo ella. Carla la miró y abrió mucho los ojos.
-Todo bien. ¿Vos qué hacías?
-Desayuno.
-¿Ahora?-dijo riéndose.
-Ya sé, estuve despierta como hasta las siete, algo así.
-Ah...no sabía que ibas a fiestas.
-No fui.
-¿No?
-No. Es secreto.
-Ok. Llamaba para preguntarte una cosa.
-¿Qué?
-¿Querés dar un paseo hoy? Algo así como ir a Starbucks, algo por el estilo. ¿Te parece?
Ámbar se quedó helada. Tapó el tubo y le habló a Carla.
-¿Qué pasó?-fue lo primero que le preguntó Carla cuando vio que su amiga la miraba.
-Es Dylan.
-¡Ya sé!
-Me está invitando a pasear, a dar un paseo, ¿qué le digo?
-¡Que sí!
-¿Que sí?
-¡Sí!
-Okey.
Ámbar sacó la mano del tubo.
-¿Estás ahí?-le dijo a Dylan.
-¿Eh? Sí. ¿Vos dónde?-bromeó.
-Je...no, nada, fui a ver la agenda.
-Ah...¿Y...venís?
-Sí, claro, Starbucks me encanta.
-Sí, a mí también. ¿Entonces a qué hora?
-Como a las siete...
-Okey. ¿Nos vemos allá?
-Sí, dale, mejor.
-¿Mejor que qué?
-Nada, dejá.
-Ok. Chau.
-Chau.
Ámbar cortó.
-¿Y?-dijo Carla.
Ámbar sonrió.
-A ver, a ver, a ver-dijo Carla.-¿Desde cuándo te gusta Dylan?
-No sé...desde siempre. Desde que lo conozco. Es lindo, ¿no?

Durante el resto del día, las chicas estuvieron hablando de la salida, de cómo sería, de qué ponerse. Y llegó la hora de ir a Starbucks. El cielo era naranja y las nubes grises y violetas. Ámbar tenía una bufanda a cuadros verde, una remera de color marrón, un jean y unas zapatillas Converse rojas. Su pelo corto, se veía más lindo. Cuando Ámbar abrió la puerta, sintió la brisa fresca de la tarde cayendo, el tiempo sobre su rostro dibujando la noche en el cielo. Ámbar apretó el picaporte de metal y respiró hondo. Empezó a sentir la respiración de alguien sobre su espalda. Se dio vuelta. Era Carla.
-Suerte-le dijo con una sonrisa.
Ámbar la abrazó. Cuando se soltaron, Carla le dio la mano y sonrió. Ámbar  metió sus manos en sus bolsillos y fue hacia Starbucks. El cielo estaba más oscuro y las nubes más grises. Entonces sintió algo frío entre sus dedos. Sacó su mano y la abrió. Era un collar que tenía el diamante negro que habían visto en el cementerio. Carla se lo había puesto en la mano. Lo apretó con fuerza y se lo puso alrededor del cuello. Ámbar metió sus manos en el bolsillo y siguió caminando. Entonces, sintió un fuerte dolor en la panza, que luego siguió hasta el corazón, llegando hasta la cabeza. Se agarró de un árbol con los ojos cerrados. Los abrió lentamente y miró su mano izquierda, la que sostenía su cuerpo. Por sus venas se ramificaba una sustancia negra. Sacó su otra mano del bolsillo. Como si fuera un árbol seco, en ella también se extendía por sus venas el oscuro líquido. Entonces, cayó.

En Starbucks, Dylan miraba su café y de vez en cuando, la puerta. Ya eran la siete y cuarto y Ámbar no había llegado. Las luces de la calle se encendieron. El cielo ya estaba azul y un lucero se asomaba tímidamente a la oscuridad. Una mujer tiró un vaso de frapuccino a la basura y salió a la calle. Dylan prendió su teléfono y marcó el número de Ámbar. Nadie atendía. Miró el reloj. Siete y media. Agarró su café y salió a la calle. El cielo estaba nublado. Unos minutos después, gotas negras como el azabache empezaron a caer con fuerza.