h e l l o
goodbye
❝Hello, hello. I don't know why you say goodbye, I say hello❞

Black-Capítulo 15

La neblina negra se esparcía por el suelo y más arriba incluso, cubriendo el rostro y el cuerpo blancos de Pía.
-¡No!-Dylan le tomó la mano con fuerza-No quiero que se vaya...
Las lágrimas brotaban de sus ojos. Siguió con las manos apretadas, agarrando la nada, porque entendió que Pía se había ido, y que probablemente nunca volvería a verla. La neblina empezó a disiparse. Dylan abrió los ojos húmedos, porque tenía algo en sus manos. No era la mano delicada de Pía. Era la de Ámbar. Ella sonrió.
-Hola.
-Hola-Dylan miró esos ojos cafés fijamente.
La ayudó a levantarse.
-¿Qué pasa?-dijo Dylan mirando el cielo.
-No sé...arrojé el diamante negro y se rompió.-Ámbar lo miró a los ojos como lo hacía Pía.-Vamos.
-¿A dónde?
-A escondernos. No es seguro nada de esto. Finalmente, todo colapsó, como todos creíamos y descreíamos que en algún momento llegaría el momento en que todo lo que conocíamos como lo conocíamos iba a dejar de existir de esa forma.-Ámbar sonó seria-Sé que suena a una locura, pero sé mucho de los pensamientos de la gente. He leído mucho en mi vida.
-Los libros no siempre expresan pensamientos, Ámbar.
-Si realmente crees eso, no sabés qué es un libro.
Dylan se rió.
-Bueno, vamos-Dylan le tendió la mano.
Ámbar lo miró insegura. No sabía si tenía que confiar en un chico que era capaz de enamorarse de una chica en menos de una hora.
-¿Vamos?-insistió Dylan.
Ámbar sabía que en ese momento probablemente lo que menos importaba era ella y su enojo. Tenían que aliarse para poder sobrevivir.
Le dio la mano.
Dylan esbozó una sonrisa.

El cielo era negro, por más que fueran más o menos las nueve de la mañana. No podían ver la hora. Las agujas de los relojes giraban a toda velocidad. El tiempo no importaba cuando estabas a punto de morir. El viento era insoportable.
-Vení-le dijo Dylan, abrazándola.
Iban caminando bastante rápido, fundidos en un abrazo cálido y pateando hojas secas, que la corriente iba arrastrando en todas las direcciones. Ámbar cerró los ojos. Hubiese deseado que la calle fuera infinita.
-¿Qué...te pasó?-preguntó Dylan.
Ámbar lo miró a los ojos, levantando la cabeza.
-¿Qué NOS pasó?-respondió ella.
-No entiendo.
-Estabas con Pía. Lo sé.-dijo Ámbar.
Dylan suspiró.
-Sí...yo también lo sé. La amo y no puedo dejar de pensar en que la perdí.
-¿La amás?-Ámbar lo empujó y se soltó de su abrazo-¿Cómo se puede amar a alguien en menos de una hora? ¿Eso se puede? Hablo de...
Dylan la agarró de los hombros.
-Se puede, Ámbar. Se puede, simplemente.
-Pero, ¡no es real! ¡Es alguien que nunca va a poder volver a verte en persona, un alma!-Ámbar estaba enojadísima.-Creí que nosotros...
-Sí-Dylan bajó la vista-Yo también creí.
-No...¿qué decís?-Ámbar no entendía.
-Starbucks. ¿Te acordás?
-No.
-Exacto. Teníamos una cita ahí.-Dylan estaba enojado también.
-Yo no recuerdo haber ido...
-¡Es porque no fuiste, nena!
Ámbar lo miró con cara de nada.
-¿De verdad no te acordás?-dijo él.
-No...me acuerdo nada. Carla me había dicho que había ido, pero yo no recuerdo haberme encontrado con vos...
-No. No nos vimos. Te estuve esperando.-Dylan estaba más calmado.
-¿Me estuviste esperando?
Dylan asintió.
-Me acuerdo...¡de la bufanda cuadrillé!-Ámbar señaló la cara de Dylan como una loca.
-¿Eh?
-¡Fui a encontrarme con vos con una bufanda cuadrillé y unos jeans! ¡Sí!
-Pero no nos encontramos...
Ámbar se quedó pensando.
-Y Carla me dio el diamante.-Ámbar lo miró preocupada.-El mismo que tiré y que causó todo esto. Después no me acuerdo nada. Hasta unos días después.
Dylan la abrazó de nuevo.
-Perdón. Te amo.
Ámbar lo miró. Sus ojos marrones decían lo mismo.
-¿Querés ser...?-Dylan estaba transpirando.
-Sí, quiero, Dylan. Quiero.
Siguieron caminando de vez en cuando acordándose de que tenían que escapar.
-Me dijiste...algo de los libros...¿no?-Dylan le sonreía.
-Sí. Para mí los libros revelan una parte de los pensamientos del autor. Esos son los que para mí valen. La imaginación no siempre es lo que vale acá. Todo está dedicado a alguien. Siempre. Otros sacan cosas de la realidad. Y eso no te permite ver a través del autor. Cuando leo un libro, trato de imaginarme los pensamientos del escritor cuando escribía cada palabra. Creo que es importante eso. Sólo así se conoce en serio a una persona. Hoy ya no se puede creer en las palabras. Un te amo no vale nada cuando se dice...se pierde.
Ámbar empezó a llorar.
-¿Pasa algo?
-Me dijeron te amo. Era yo entonces muy crédula. Lo que me dijeron fueron palabras huecas, palabras que el viento se llevó lejos...sólo yo recuerdo lo que me dijeron. Y prefiero no compartirlo. Negó que me conocía, negó todo...Dejé de creer en todo lo que me decían. Mis mejores amigos fueron los libros y sus autores durante mucho tiempo.
-Te acabo de decir te amo...¿eso lo creés?
Ámbar se limpió las lágrimas con la remera azul de Dylan.
-Sí, Dylan. Te creo. Sos distinto. Distinto a los demás.
Siguieron caminando. La calle realmente parecía ser infinita. Después de un tiempo, habló Dylan.
-¿Sabés? Los libros también fueron mis mejores amigos. Yo...fui víctima del bullying. Mucho tiempo. Y por eso a veces faltaba a clases... Me sentaba en un banco de piedra y leía.
Una lágrima cayó en la cabeza de Ámbar.
-Te sentías solo, ¿no?
Dylan asintió.
Ámbar bajó la cabeza.
-Yo también.
Caminaron en silencio. De repente en la oscuridad del camino infinito, encontraron unas rejas negras, algo oxidadas, unas rejas parecidas a las del cementerio. ERA el cementerio.