h e l l o
goodbye
❝Hello, hello. I don't know why you say goodbye, I say hello❞

Black-Capítulo 18

Los ojos de Ámbar miraban el patio por entre las columnas brillantes. Aún colgaban lágrimas de sus pestañas. Dylan le puso la mano en el hombro.
-Te amo-le dijo- Y aunque no regresemos, quería decírtelo.
Ámbar sonrió.
-Lo sé-le contestó ella- Y aunque el amor es en vano, porque algún día va a llegarnos el momento de volver a comenzar y olvidaremos todo lo que vivimos... yo también te amo.
Dylan se rió.
-Sos muy especial. Pero era mejor un simple "yo igual".
Ámbar se dio vuelta y siguió contemplando el patio, apoyándose en la columna dorada. No había mucho que ver, sólo rosas rojas y un columpio.
-Sos hermosa.-le dijo Dylan, que al parecer simplemente estaba aburrido.
-Las rosas son hermosas, pero tienen espinas.

-¿De qué hablás?
-No estoy segura de que sea lo correcto que estemos juntos. Yo te metí en todo esto, Dylan, y yo podría irme primera incluso.
-Lo sé. Pero vale la pena sufrir por vos, si puedo tenerte por lo menos veinticuatro horas.
-Me cambiaste la vida. Me diste una razón más para seguir viviendo.
La abrazó. Ámbar vio uno de los relojes. La una y veinticinco.
-Cada segundo cuenta, Dylan.-le susurró al oído.- Por eso quiero pasar cada uno a tu lado, pero... el reloj avanza.
-De acuerdo princesa.

Los pasos desesperados de Ámbar se mezclaban con el tic tac de los cientos de relojes que descansaban en la pared. Cada uno significaba un segundo perdido. Dylan se encontraba sentado en el suelo, recostado contra la pared de atrás y con una rosa entre los dedos. Ámbar se detuvo y lo miró. Era tan hermoso. Tuvo suerte de haberlo encontrado.
-No podemos esperar que el Séptimo Guardián nos esté diciendo la verdad. No creo que sea un tipo confiable.-le dijo Dylan, muy serio y mirando el techo.
-Lo sé. Pero no creo que tengamos más opciones. Hay millones de puertas. Alguna ha de ser la indicada.
-No sé. Tal vez sólo tengamos que escapar.-Dylan miró la reja negra que se encontraba al final del patio.
-No estoy segura, es demasiado fácil. Además sólo escaparíamos nosotros.-Ámbar miraba más allá de las rosas, pero ese mundo parecía acabar al final de él.
-Tal vez sea lo mejor. ¿No te gustaría que estuviéramos los dos solos en el mundo?-Dylan sonrió y se acercó a ella.
Ámbar oía la respiración de Dylan. Se sonrojó.
-No... perdón, pero extraño a Carla. Y no terminamos la facultad. Y no estaríamos solos. Estaríamos a merced de Black.
-Lo sé. Tenemos que encontrar la puerta.
Ámbar miró uno de los relojes. Las dos menos cinco. El tiempo volaba, y al parecer era lo único que lo hacía en ese momento. Daba lástima pensarlo.

Eran ya las tres de la tarde. Ninguno de los dos había adivinado aún la puerta. Dylan dormía. Ámbar miraba ahora la reja. Tan cerca estaba y aún así no era la salida de esa galería diabólica, más parecida a una prisión. Empezó a caminar hacia allá. Las rosas le arañaban los pies y se le enredaban entre los tobillos. Sentía que sangraba e incluso lloraba. Cuando llegó a la reja oxidada, se agarró con fuerza. Un candado en forma de corazón de color negro pendía de ella. Sin embargo, pudo ver más allá de ella. Parecía haber un espejo, o al menos podía verse a ella, con lágrimas en sus ojos y cara asustada. Transpiraba. Sacó su mano por entre los barrotes. La otra Ámbar la miró atemorizada.
-¡Escapá! ¡Vos que podés, escapá!
La otra Ámbar se quedó inmóvil. No sabía si era su parte mala, su parte buena o quién. Ese mundo comenzaba a asustarla cada vez más. Regresó a la galería, sin pincharse o arañarse, pero aún adolorida. Se sentó. En sus pies no tenía ni un rasguño. Dylan se había despertado con los gritos.
-Esta prisión te está volviendo loca.
Ámbar sonrió.
-Sí... -de nuevo miró un reloj. Las tres y diez.-Voy a ver todas las puertas. ¿Venís?
-Dale.
A medida que avanzaban, el camino se volvía cada vez más tenebroso. Las paredes estaban cada vez más despintadas y sucias, el espejo del piso, más rayado, las columnas comenzaban a torcerse, el techo estaba mucho más desparejo, hasta el punto de parecer esos espejos que deforman a aquel que se refleja. Las puertas, sin embargo, seguían intactas.
-Creo que estamos acercándonos.-dijo Dylan.
-No lo creo. Sería demasiado fácil.
Cuando llegaron al final, vieron unas tablas clavadas en la pared de manera desprolija. Empezaron a arrancarlas, con bastante facilidad. Lo que había detrás era una pared gastada con una puertita de madera, sin pintar, con el corazón roto y su candado con la misma forma oxidados. Era muy pequeña. Por entre las rendijas que dejaban las tablas viejas y podridas, ambos pudieron ver su interior.
-Ésta es.-dijo Ámbar.
Dylan asintió, y ambos se abrazaron.