h e l l o
goodbye
❝Hello, hello. I don't know why you say goodbye, I say hello❞

Xaia- "El pájaro rojo"

Diario de Xaia
Querido Diario:
Te escribo desde la cubierta lustrosa y rojiza de madera del Gigante Rojo, el barco. La luz del amanecer juega con mis pestañas y tiñe mi piel pálida de un tono anaranjado, y baña el mar con trocitos de cielo. Es primavera, igual que cuando llegué a este barco. Mamá era una heroína y no puedo dejar de extrañarla.
Papá y Loi no se levantaron aún. Yo siempre me levanto primera para ver el sol saliendo. Me hace acordar al fuego que me puso en peligro el día que nací. Me pregunto cómo habrá sido la casa en la que viví por apenas doce horas.
Yo podría haber tenido una vida normal, en una casa normal, con una escuela normal... pero no. La gente sigue ignorando que antes de esta vida, hubo otra. Y que fueron estas cosas, como las guerras, lo que la llevaron a su destrucción. Pasaron poco más de mil años, y las guerras ya se desataron nuevamente. Parece que es parte de la simple naturaleza humana. Por eso es que no me gusta, y hasta tengo la sospecha de que no lo soy, o hasta podría dejar de serlo.

Amo leer. Leí varias veces sobre personas con poderes, y al parecer, en Tría, el continente al que vamos con mi familia desde los últimos dieciséis años, hay ciudades de Magos, ciudades abandonadas, escuelas de magia, y muchas otras cosas.
Papá me está llamando para desayunar. Hoy vamos a hacerlo al aire libre, porque en invierno casi no podíamos salir porque nevaba, pero ahora con el aire tibio, podemos mirar el mar. Igual, ahora el cielo ya no está rojo, ni siquiera rosa, está celeste claro. Me siento en la mesa, ahora te encuentras en mi falda.
-Abuela, deberías levantarte más temprano, se pierden el espectáculo maravilloso del sol saliendo.-le dije a Loi.
-Come, Xaia. Algún día lo veré.-me dijo.
-En un barco sólo hay tres cosas que podemos ver: el sol saliendo, el mar, y el sol ocultándose. Mamá murió antes de llegar a Tría y poder ver más cosas que estas tres. No entiendo, ¿por qué no quieren ver el sol salir?-dije yo.
-No lo sé. ¿No te gusta estar sola al amanecer y escribir sola y que sea un momento tuyo? ¿Leer a la luz rojiza del alba? ¿No es ella tu única amiga además de tu diario, el mar y nosotros dos?-me dijo mi papá.
Los vitrales de colores iluminaban la mesa de roble del Gigante Rojo y la música del mar tranquilo rompiendo sobre la madera húmeda del enorme barco acompañaba a mi reflexión sobre lo que acababa de decir mi padre.
-Sí.-dije al fin.
Era algo triste que fuera mi única amiga, pero me sentía acompañada y entendida con el rojo infinito del cielo matutino.
Xaia

Narrador
Xaia terminó de desayunar y, después de recoger todo, subió al palo mayor para hablar con el cielo.
-¿Sabes? Yo quiero ser maga. Tengo que hablar con la naturaleza, conectarme. Pero, ¿cómo voy a conectarme con ella viviendo en un barco en el que lo único que tengo es el mar y el cielo? Quiero controlar el aire, las estaciones, el viento, el agua... quisiera poder convertirme en árbol y sentir la madera, ver su historia, ver lo que ven las plantas, ser flor y sentirme flor. Eso quiero ser, no hay nada más perfecto.

Xaia se quedó mirando su diario. De repente, un pájaro rojo, majestuoso, enorme, impresionante, surcó el cielo grisáceo en un vuelo elegante y delicado. Empezó a descender de a poco, hasta que estuvo casi pegado al agua azul. Xaia bajó del palo mayor despacio. Su vestido blanco de seda se sacudía con el viento fuerte. Se acercó al barandal. El pájaro seguía sobrevolando el mar, muy abajo, aunque ya un poco más alto. Salpicó a Xaia que reía maravillada. Ella extendió su brazo, intentando tocar sus alas brillantes. El pájaro se alejó en la neblina.
Al poco rato empezó a llover terriblemente. El pelo rojo de Xaia estaba muy mojado, igual que su vestido. Algo le dijo que ese pájaro venía de Tría, la tierra mágica. En el suelo empapado de la cubierta había una pluma reluciente y enorme del ave. Xaia la tomó y se fue a su cuarto. Llamó a Loi, que descansaba en su camarote.
-Princesa-le dijo su abuela cuando entró en el cuarto.
-Loi, acabo de ver un enorme pájaro rojo. Es hermoso, tengo el presentimiento de que viene de Tría.-Xaia sonreía alegre.
-Tienes el pelo empapado, nena.-dijo Loi, sentándose en la cama anaranjada de su nieta.
Xaia rió. Su abuela empezó a hacerle una trenza que le llegaría a la cintura.
-Abuela... ¿a qué isla iremos de Tría?-preguntó.
Tría estaba formado por tres islas gigantes que formaban un triángulo equilátero en el mar.
-Gran del Sur.-dijo Loi- No tiene sentido ese nombre, ¿no?-reía.
-Lo sé. Me gusta. Hay ciudades mágicas ahí, ¿verdad?-preguntó Xaia.
-Sí. Hay ciudades invisibles, ciudades de Magos, ciudades abandonadas...-Loi ataba un moño blanco al cabello largo de su nieta.-Es una cultura muy especial, ¿sabes? Ya lo descubrirás cuando lleguemos.
Xaia se quedó callada. Se llevó la trenza roja hacia adelante.
-Loi, mamá era una heroína, ¿verdad?
-Tú la conociste, ¿no? Sí, hija. Tenía veintinueve años cuando naciste tú y ella y tu padre te salvaron de los Hombres. ¿Recuerdas cuando miraban juntas el ocaso y el alba?-le dijo Loi, pensando en su hija.
-Sí. La extraño de veras. Antes eran nuestras amigas...
-¿Y qué son ahora?-le preguntó Loi.
Xaia miraba la pluma roja que tenía entre sus manos pálidas.
-Mi soledad.
Loi no supo qué más decir. Sabía que Mei era su mejor amiga, debido a que era una muchacha dulce, delicada, adorable, juguetona y traviesa. Siempre se habían querido mucho, siempre se habían comprendido. Xaia lloró mucho cuando su mamá murió, hacía cuatro años.
-No estás sola.-dijo Loi.-Tu mamá está en este barco todavía, y su voz dulce todavía ronda por la cubierta, por los camarotes.
Xaia sonrió. Sus ojos estaban algo húmedos.
-Esta es la pluma del enorme pájaro rojo.-dijo.
-Estamos cerca, entonces. Tal vez lleguemos en unas horas.-dijo Loi mirando el horizonte por el gran ventanal del cuarto de su nieta.-Mira. Ya dejó de llover.
Se fue por la puerta marrón que tenía grabado un pájaro con verdes ojos de esmeralda. Xaia miró a la ventana. El cielo aún estaba nublado. Salió de su camarote. Apenas lo hizo, un viento helado sacudió todo su pelo rojo. Se asomó al barandal, esperando al pájaro gigante.
-¡Tierra a la vista!-oyó de repente.
Miró hacia todos lados. Su padre la miraba contento.
-¡Tierra a la vista!-repitió.
Xaia miró adelante. Sus mechones de cabello carmesí se alborotaban alrededor de ella, ondeando al ritmo del viento agitado. Sí, a lo lejos se veían los altos árboles verdes de Gran. No podía esperar para conocer las ciudades de los Magos.