Cuando los encuentros se producen
Los encuentros son pura casualidad, pero luego el tiempo va revelando que el momento preciso, el instante exacto, estaba fijado en el tiempo, estaba marcado, y era, entonces, más que simplemente una casualidad.
Encontrarse con personas es algo que ocurre cada día, pero nunca se sabe cuándo un encuentro especial se produce, hasta que sí se produce. Y nunca se llega a saber en el momento, si no luego de años, meses, semanas, días, horas e incluso simples segundos. Un segundo es suficiente para darse cuenta de lo mágico de un encuentro.
El encuentro
Xaia caminaba descalza por los caminos de tierra de Gran. Se detuvo y cerró los ojos. Oía el viento jugando con su pelo largo y silbando en sus oídos. No pudo evitar una sonrisa cálida y un escalofrío subió por su espalda. El bosque no estaba muy lejos, y ella lo supo al oír el murmullo de los árboles que parecían llamarla. Se sintió una con el resto del mundo por primera vez. Su compañía era invisible.
-Susurran-se dijo- La tormenta se avecina.
Abrió los ojos. Tuvo algo de frío, pero no podía volver.
El camino se oscurecía. De pronto, Xaia se dio cuenta de que las casas, que cada vez eran más pequeñas o estaban abandonadas, desaparecieron casi súbitamente, y empezaron a aparecer troncos delgados y altísimos, con copas verde oscuro. Sonrió. Las nubes, ya grises, se movían a toda velocidad y el viento soplaba con mas intensidad. Xaia se quedó ahí, contemplando la profundidad del bosque. Avanzó de a poco, muy despacio. "Despertaré a las Brujas", pensaba.
En los bosques de Gran -se sabía- habían Brujas y Magos, pero eran pocos los que lograban verlos. Si los veían, no podían contarlo, de lo contrario un horrible hechizo podía caer sobre ellos, o podrían desaparecer para siempre.
Una vez adentro, Xaia oyó el murmullo que hacían los árboles. No era igual al que hacía cuando bailaba con el viento. Parecía un susurro de verdad, como si estuvieran hablando entre ellos, juzgándola. Ella se miró de pies a cabeza. Sus mejillas se enrojecieron al ver que no lucía exactamente como una Bruja poderosísima o un venerado Mago. Ese vestido blanco, esas perlas y los pies descalzos la hacían lucir como una Princesa de las Aguas o algo así. Claro que ellas no existían en Gran, o por lo menos ya no. Aparecían a menudo en las leyendas. "Las Brujas están despiertas, no dormían" se dijo Xaia.
Las Brujas no lograban verse en forma de persona, o casi nunca; al igual que los Magos.
Xaia caminaba en silencio, tratando de escuchar alguna palabra de las brujas. Sus voces eran más claras, aunque su idioma no podía entenderlo.
Los truenos empezaron a hacerse más intensos, pero Xaia no quería irse hasta haber sentido que el reloj se detenía y su espíritu abandonaba su cuerpo y se iba con el bosque. Su madre lo había hecho una vez. Sintió una especie de llamado y ella escapó de su casa hasta llegar al bosque más cercano. Todos se preocuparon, pero ella no podía callar esa voz que era cada vez más fuerte en su cabeza. El bosque estaba muy lejos, pero ella no se cansaba, sus pies dejaron de estar bajo su control a los pocos kilómetros. En cierto instante empezó a sentir que ya no tocaban el suelo. Finalmente llegó. Ella tenía unos once años. En el bosque conoció a Brente, quien había sentido la misma voz en su cabeza. Venía del otro lado del bosque, venía de muy lejos, al igual que ella. Se hicieron muy amigos. Mucho tiempo después, cuando Mei ya tenía veintiún años, volvieron a verse en un aeropuerto. Ella regresaba. Él se marchaba. Pero decidió quedarse con ella. Ya vivían mucho más cerca en ese entonces, y solos. La guerra todavía no había iniciado, pero los conflictos estaban comenzando. Cuatro años después se casaron y cuando Mei cumplió veintinueve años, nació Xaia.
Xaia recordaba siempre esa historia. Su madre se la contó hacía unos diez años y siempre le preguntaba cómo se sentía conectarse con la naturaleza. Por eso lo quería lograr, quería saber si era como su madre se lo había contado.
Las Brujas empezaron a gritar por los truenos. Abandonaron los árboles y empezaron a alborotar el bosque. Xaia se asustó muchísimo. Se trepó a un árbol para no tener que oír los gritos de pavor de esos seres. Pudo ver algunas sombras, algunas siluetas que corrían desesperadas.
-Son Brujas Chillonas.-oyó a sus espaldas
Xaia se volteó. No había nadie. Su miedo aumentó y se abrazó al árbol.
-No tengas miedo.- escuchó de nuevo.
Al poco rato empezó a llover. Era una lluvia completamente densa. Xaia se tranquilizó al instante. Tuvo frío, pero no prestó atención. Sus oídos oyeron un silbido. Cerró los ojos para sentirlo mejor. Era un susurro.
-¿Quién eres?-decía.
Volteó. No vio ningún rostro, pero sabía que alguien estaba ahí.
-Yo...-no se animaba a decirlo en voz alta, no quiso molestar a las Brujas otra vez-Xaia...
No podía articular bien sus palabras, pero las susurraba para el dueño de aquella voz.
-¿Tú?-dijo en voz muy baja.
-Ader.
Xaia se acercó un poco más, muy despacio para no asustarlo.
-¿Qué eres?-preguntó.-¿Un espíritu?
Xaia entendió que negaba aunque no lo veía.
-Soy un Mago. Un Mago Callejero.
-¿Por qué estás en el bosque?-Xaia ya había tomado confianza con Ader.
No oyó respuesta.
-¿Puedo verte?-preguntó ella.
Tampoco contestó, pero ella entendió sus gestos invisibles. Empezó a bajar del árbol con delicadeza. Las Brujas dormían y el bosque sólo era alborotado por la fría lluvia. Xaia pudo ver una figura vaporosa y muy desdibujada. Era Ader, pero no completamente.
-¿Ader?-ella estaba muy cerca de él, lo sabía. Estaban conectados en ese momento, estaban hablando.
-Baila.
Xaia empezó a sentir frío en sus manos y una especie de vibración se expandió desde la parte baja de su espalda. El viento acompañaba el compás que se marcaba de a poco con la música de los árboles agitados, los silbidos y los suspiros nostálgicos de las Brujas en su sopor. Ella se sentía casi en un sueño, porque estaba completamente en conexión con el bosque. Daba giros por entre los árboles, la tierra era su pista de baile. No veía a Ader, pero sabía que estaba ahí, que estaba muy presente. Ninguno hablaba. Xaia sonreía.
La música seguía sonando pero ellos se detuvieron y se quedaron en silencio. Xaia volvió a preguntarle si podía verlo. Él negó. Xaia se quedó callada.
-¿Volverás?-preguntó él.
Xaia asintió y sonrió.
-Adiós-dijo Ader.
-Adiós.
De a poco dejó de llover, el viento se cesó la música y las brujas se despertaron. Xaia temió que volvieran a corretear de esa forma por el bosque, así que prefirió marcharse. Ya se acabó el tiempo de conexión. Hacía mucho más frío que antes y su casa estaba algo lejos, así que se apuro bastante. Loi y Bre se preocuparían si desaparecía por tanto tiempo.
Entró a la casa. Loi lloraba en la mesa del comedor mientras que su padre se acercaba a ella con un rostro de angustia, preocupación y miedo, todo junto. Lo que su padre le diría la despertaría del mejor de sus sueños y la haría vivir una pesadilla.